La sangre está formada por distintos elementos, denominados células sanguíneas, que se forman en la médula ósea, es decir, en el interior de los huesos, sobre todo de los largos (fémur) y de los planos (esternón, cadera, etc.).

Es el líquido de color amarillento compuesto en su 90% por agua, siendo el resto proteínas, glúcidos, lípidos, hormonas, potasio y sodio, entre otras sustancias. En él flotan el resto de componentes de la sangre y las proteínas de la coagulación.
Glóbulos rojos (hematíes)
Son las células más numerosas (cada persona tiene entre 4.500.000 y 5.500.000 por milímetro cúbico de sangre) y proporcionan el color rojo a la sangre. Tienen forma redondeada y son muy flexibles. Su vida media es de 120 días y su función principal es transportar el oxígeno de los pulmones a los tejidos mediante la hemoglobina, una proteína que necesita hierro para sintetizarse.

Son los encargados de la defensa del organismo contra las infecciones y podemos encontrarlos de tres tipos:
• Linfocitos: se encargan de fabricar los anticuerpos y atacar a los virus.
• Granulocitos / Neutrófilos: son los primeros que atacan a las bacterias.
• Eosinófilos interviene en reacciones inflamatorias, controla la histamina ante alergias y parásitos.
• Basófilos: son los responsables del inicio de la respuesta alérgica.

Plaquetas
Hay entre 150.000 y 400.000 por milímetro cúbico de sangre. Son las encargadas de taponar las hemorragias. A la hora de actuar, se agrupan y se adhieren (se pegan) a la pared vascular. Después, liberan una serie de sustancias químicas que inician el proceso de coagulación.